Que tiempo loco, loco.

Esta lluvia de mierda no quiere parar, los de Racing, que no paran de llorar. Y así fue, cada vez más torrencial, hasta que no quedo ni el loro. Y claro, no va a quedar justo el, que esta acostumbrado al clima tropical. La gente corre cuando llueve, ¿piensa que adelante no llueve?. Un enano abre un paragüas en una peatonal, de mis ojos llueven gotas saladas. Tengo un deja vu.

“Sale el sol y aun sigo soñando.” Claro, soñando que llueve, porque es insoportable el calor que hace, traspiramos como putos con fiebre. Entonces nos juntamos en familia y hacemos la danza de la lluvia. A la segunda gota nos acordamos que habíamos mandado a lavar el auto, entonces hacemos una cruz de sal en la tierra y le clavamos un cuchillo. Mientras los espíritus se cagan a piñas nosotros corremos la “Maratón Garbarino”, yendo de sucursal en sucursal para comprar ventiladores de techo, ventiladores de pie, ventiladores de mano, ventiladores de torax, turbos y turbantes, que terminarán apuntando al gabinete destapado de la computadora para que esta no se tilde. Algún día estas maquinas van a conquistar el mundo y todos seremos esclavos de ellas. Nos encanta estar bronceados, pero nos molesta soberanamente esa bola peluda y brillosa que emite esos rayos UV que no sirven para un carajo y encima molestan a la vista. “Sale el sol y no te puedo encontrar.”

Al fin se nubló. Automáticamente todos deprimidos. Escuchamos a Calamaro, comemos chocolate y vemos por vigésimo segunda vez “El Hijo de la novia”. Todos rompemos en llanto en aquella memorable escena en la que Darin dice algo realmente triste y por la parte superior de la pantalla asoma un emotivo… ¡¡¡MICRÓFONO!!!

De todos modos no hay como el paisaje del otoño. Todo es de un precioso color marrón y esas hojas que parecen caídas de un libro de Cortazar. Obviamente, esto es lo que pensamos en verano, mientras que en la mencionada estación puteamos mirando al piso con una escoba en la mano. En algunos casos, hasta agarramos nuestro mejor hacha y, con la mejor imitación jamás realizada de Hanníbal Lexter, empezamos a destruir todo lo que aparente ser de madera. Así fue como se modificó la moda decorativa y ahora los muebles son de hierro.

¿Me falta hablar de la primavera? Mmm… no tengo nada contra la primavera. Eso si, bautizaría el 21 de Septiembre como “el día nacional de la grasa”. Lugares preciosos como Costanera y Palermo se llenan de hipócritas faltos de eses (s) que dicen unificarse para festejar el “día del estudiante” cuando en su vida el único libro que tocaron fue el libro de actas de la comisaría.

Me encantaría seguir comentándoles este tipo de sucesos, pero mi CPU me esta pidiendo que le exprima un jugo y que, de paso, prepare una picadita con variedad de quesos para el mouse.

El tiempo esta más cuerdo que cualquiera de nosotros.