22 de julio de 2008

Teletransportación telefónica

Como todos los mediodías, responsabilizado por mi estricta dieta, salía de comerme una ensalada Cesar en el Burguer King de Corrientes y Florida (les juro que esto es cierto). Me encontraba masticando una cucharita de plástico cuando llora mi celular avecinando una nueva y divertido rutina telefónica con mi amigo XXX:

XXX: “Hola gatito, ¿cómo andas?”
GATO: “Hola XXX, todo bien, pero en este momento no puedo hablar.”
XXX: “¿Estas en una reunión de trabajo?”
GATO: “No. No puedo hablar porque tengo una cucharita en la boca.”
XXX: “...” GATO:
“Bueno forro, hace como 10 posteos que quiero hacer ese chiste y no sabía dónde meterlo”
XXX: “Pero... ¿no estas a dieta vos?”
GATO: “No creo que tenga muchas calorías una cucharita de plástico.”
XXX: “...”
GATO: “OK, me clavé un sundae.”
XXX: “...”
GATO: “OK, era 2 x 1 y me tuve que clavar los 2.”
XXX: “...”
GATO: “¿Podes parar con esos puntos suspensivos de mierda que no se entiende nada de lo que escribo?”
XXX: “Es que si hablo me tenés que pagar el bolo.”
GATO: “...”
XXX: “¿Por donde andas?”
GATO: “No tengo idea, cuando hablo por teléfono no me doy cuenta de para donde camino.”
XXX: “¿Es un chiste?”
GATO: “No, si fuera un chiste te diría ‘entran una monja y un cura a un bar...’”
XXX: “Puntos suspensivos.”
GATO: “¿Por qué me interrumpís el chiste?”
XXX: “Yo no te interrumpí, vos dejaste de hablar.”
GATO: “...”
XXX: “¿Podes dejar el teléfono un ratito e indicarme tus coordenadas geográficas?”
GATO: “Sí...”

Y ahí se hizo un silencio sepulcral de 20 segundos en los cuales me di cuenta de que, o hablo muy lento, o camino muy rápido, o las 2 cosas. También me di cuenta de que soy un infeliz que no puede hacer 2 cosas juntas y que cuando habla por teléfono camina en línea recta siguiendo la trayectoria que traía hasta el momento en que apretó el botoncito verde del celular. En conclusión, no sabía dónde joraca estaba parado, y era hora de trabajar.

Tras caminar semiconscientemente (mi mejor estado posible) un par de cuadras, llegué a la conclusión de que estaba perdido en la ciudad de La Plata. Mi teoría se confirmó cuando entré a un kiosco a intentar comprar una “Guia T” y me ofrecieron un ábaco... ¿¿¿Cómo llegué hasta ahí??? Y yo que más de una vez pensé que había que ser muy pelotudo para perderse en La Plata. ¿Se imaginan a un auto parando y preguntándole a un peatón: “cuanto falta para llegar a la 44”? La respuesta sería algo así como “y... estas en la 40... (murmura) 41... 42... (deja de murmurar) tenés mas o menos 4 cuadras”.

Como ya era tarde y estaba agotado de tanto pensar, llamé al trabajo (con mucho cuidado de no dar ni un paso mientras lo hacía) y le dije a mi jefe que había tenido un accidente de transito lento, o sea, que me atropelló un camión de Activia. Me tomé un taxi hasta la estación y ahí me subí al tren. Con un poco de suerte en Quilmes me afanan el celular y no vuelven a pasar estas cosas. Y quien sabe que otras cositas lindas me harán. Lluvia de corazones.


CONCLUSIÓN 1: La tecnología no mata, pero podes culparla por casi todas tus pelotudeces.

CONCLUSIÓN 2: Un semáforo es un palo navideño con una luz amarilla (otro chiste que hacía rato tenia ganas de meter).

CONCLUSIÓN 3: Si sigo escribiendo boludeces en vez de estudiar, el martes en el final de Análisis no me salva ni Cobos.






Las sobras de anoche